sábado, 21 de diciembre de 2013

Precio de la electricidad: beneficio de unos pocos en contra de la mayoría

La llegada de las tradicionales fiestas navideñas ha servido de coartada para organizar varias comidas con personas que habitualmente no ves todo lo que quisieras. En una de ellas, como era previsible uno de mis amigos no tardó demasiado en comentar su enfado al escuchar en televisión la enésima subida de la factura de la luz que le hace dedicar cada vez más parte de su presupuesto a ese fin. Su cabreo también era debido a reconocer que, a pesar de poner mucha atención, no entendía nada del maldito sistema de fijación de precios, y menos todavía de eso que llamaban déficit de tarifa que, no obstante, se maliciaba lo único que encubría era más gastos para él.

Mi primera reacción fue compartir su indignación por el anuncio de la nueva subida del recibo de la luz (un 11% según los medios de comunicación), pero me di cuenta que en realidad me encontraba en un apuro porque él, además, esperaba que le explicara de forma clara las causas de lo que estaba sucediendo. Este tema siempre me ha causado mucha curiosidad pero nunca le había dedicado el tiempo suficiente, con el aditamento de recordar una visita a las instalaciones de Red Eléctrica Española (REE) en la que me explicaron cómo funcionaba el cuadre de oferta y demanda de electricidad en todo el país y, cómo después de terminar, la persona que me acompañaba me dijo bromeando que si había entendido a la primera su funcionamiento era que me lo había explicado mal.   





Como elemento previo le comento a mi amigo que efectivamente, el precio de la electricidad en España es caro, sobre todo para las personas con menores ingresos, pero también cuando se le compara con los países de nuestro entorno (el quinto más alto en términos nominales dentro de la UE que llega a ser el tercero cuando la comparación se realiza sin impuestos, 1). También le destaco que lo peor es un precio alto acompañado de un imparable crecimiento en los últimos tiempos, con ritmos que dan miedo bajo cualquiera de las formas posibles de medición desde el inicio de la crisis en 2007 (+66,3% en la tarifa más habitual entre el 1S de 2007 y 2013 según Eurostat y +70% desde 2002 en el epígrafe de electricidad del IPC que incluye todas las categorías de consumo).

La pregunta más importante a responder sigue pendiente ¿por qué sube el recibo de a luz? Me atrevo a contarle a mi amigo que la principal causa del disparate es mantener un sector con sobrecapacidad en la producción que, a su vez mantiene una garantía de ingresos aunque no se venda todo el producto. De hecho la actual demanda es tan sólo el 40% de la oferta posible y en su punto más álgido alcanzó el 41,2% (capacidad de producción de 105.615 Mwh con una demanda de 43.527 Mwh en 2013 y de 45.527 Mwh en 2007). La cara de mi amigo recoge estupefacción y me dice, con bastante razón, que eso de cobrar sin tener que vender el producto es un chollo que, que más quisiera él para sí mismo. Le contesto que el problema es un poco más complejo porque las empresas tienen que pagar las inversiones realizadas para haber alcanzado esa capacidad de producción aunque no tengan a quien vender su producto (la electricidad no se puede almacenar). En poco más de diez años, dicen que se realizaron inversiones por valor de 70.000 millones de euros para instalar casi 55.000 MW de potencia nueva (27.144 MW de ciclos combinados de gas, 23.147 MW eólicos y 4.200 MW de fotovoltaica). Pienso para mí que a la vista del fenomenal abismo entre oferta y demanda no parece que fueran necesarias y, por tanto, cabe considerarlas una burbuja más dentro de la última etapa expansiva. Algunos espabilados debieron extrapolar hasta el infinito la tasa de crecimiento de la demanda durante la etapa expansiva y llegaron a la conclusión de la necesidad de ampliar la capacidad en esa medida, obteniendo los correspondientes beneficios de vender su productos a precios no precisamente reducidos.



La otra explicación del desaguisado es la forma de fijación del precio final al consumidor que tan poco se asemeja a una relación de mercado. El 45% se determina en un mercado diario que cuenta con la peculiaridad de remunerar toda la aportación de cada empresa al precio de la fuente de generación más cara (carbón nacional y ciclo combinado) aunque una parte significativa de su producción tenga origen en sistemas ya amortizados con subvenciones públicas o pagos ya trasladados a los consumidores (nucleares e hidroeléctricas). El precio definitivo para el consumidor se establece en una subasta trimestral (Cesur) a la que acceden los principales productores de electricidad (a través de sus comercializadoras) y otros intermediarios financieros que consideran el precio diario pero dicen tener en cuenta la evolución futura del mercado. En esta subasta hay una alta posibilidad de manipular el resultado, como se apunta que puede haber sucedido en la última, al ser muy pocos actores (oligopolio) y sobre todo, si se sienten despechados al pensar que pierden su posición dominante aunque sea de manera parcial. El otro 55% del precio se determina por la evolución de una serie de costes fijos que, cuando se detallan, se comprueba que en una parte significativa corresponden a una decisión política previa. Es el caso de las primas a las energías renovables (7.220 millones de euros en 2013 según el Ministro Soria, [Nota 2]), el carbón nacional (400 millones euros por año ?)  y la deuda acumulada debido a los déficits de tarifa acumulados. Aquí me armo de valor y le cuento a mi amigo que el déficit de tarifa es la diferencia que existe entre los ingresos garantizados a los productores y lo que pueden cobrar ellos a los consumidores al estar regulado el procedimiento de fijación de precio. Precisamente ese es el origen del actual conflicto que después de haberles reducido la retribución a los productores en 2.700 millones de euros, el Ministro de Hacienda les acaba de negar otros 3.600 millones de euros con cargo a los contribuyentes anteponiendo el cumplimiento del objetivo anual del déficit (aunque les ha ofrecido el aval del Estado para emitir bonos y conseguir liquidez a corto plazo).

A falta de ver como se contabilizan los millones del presente año, el déficit de tarifa acumulado puede llegar en 2013 a los 30.000 millones de euros ¿Y eso quién lo paga? me inquiere rápidamente. Sólo cabe una respuesta: la población española, aunque a plazos, incluidos los correspondientes intereses de financiación (1.200 millones de euros anuales si el tipo de interés es el 4%, que es la media de financiación de la Deuda Pública).

El resumen de las consecuencias es sencillo: tenemos un sistema de determinación de precios que no está apoyado en los costes de generación de la producción utilizada, llegando al esperpento de aumentar el precio final para el consumidor cuando baja la demanda y, por tanto, la producción. El fortísimo aumento en el precio de la electricidad en España desde el inicio del llamado proceso de liberalización (1998) ha generado un  grave problema a las familias españolas y una parte de sus empresas. Los españoles ven reducido su poder adquisitivo después de pagar el recibo de la energía (luz y gas) llegando a la lamentable situación de que un número no pequeño de personas no tienen posibilidad de calentar su hogar debido al elevado coste de este producto básico. En contrapartida, los beneficios de esta desmesurada subida en el precio de la electricidad se localizan en un número reducido de empresas de las que no conocemos con exactitud su estructura interna de costes, pero que, así parece, mantienen una generosa política de distribución de dividendos que puede no estar ajustada a la solvencia de sus balances y la incertidumbre de su futuro. Esta subida desmesurada de precios de un bien básico como es la electricidad es menos explicable en un contexto de devaluación interna de la mayoría de los precios y las rentas nacionales que ha supuesto un gran esfuerzo a buena parte la población.

Cuando veo la cara de preocupación de mi amigo le cuento que en este país se ha llegado al peor de los modelos en el trato de la electricidad, porque la intervención pública no ha servido para mejorar el uso de los recursos y la distribución de los esfuerzos, sino para proteger los intereses de unos pocos entre los que hay que incluir los electoralistas de los sucesivos partidos en el Gobierno. Mi amigo me dice que para eso sería mejor dejar actuar libremente al mercado. Pienso sobre ello y me doy cuenta que algunas cosas pueden funcionar mejor así, pero le traslado que en un asunto como éste donde las inversiones de entrada son muy grandes, por lo menos en algunas fuentes de generación, es muy fácil poner barreras para reducir o eliminar la libre competencia y caer en los mismos problemas de oligopolio. También se me pasan por la cabeza posibles problemas de prestación de servicio en zonas con poca población y, por tanto, de elevado coste en el suministro (y los ingresos del suministrador). Pienso para mí que si hubiera que comenzar de nuevas en un mercado tan peculiar como éste (monopolio natural), una solución óptima podría ser tener una única red pública de generación de energía con una prestación privada de la distribución, pero claro, habría que confiar en una gestión eficiente de la parte pública y conseguir el adecuado nivel de competencia en la privada.

Llegados a la actual situación, parece cada vez más necesario cambiar el modelo para conseguir uno mucho más eficiente en el uso de los recursos con una distribución más equilibrada de los esfuerzos entre la oferta y la demanda (empresas y consumidores). En todo caso, se trata de elegir la mejor combinación de fuentes de generación y energías pero con la transparencia suficiente para que la población pueda analizar el coste de cualquier opción. Por ejemplo, el coste cierto para sus bolsillos del uso de energías verdes frente a otras opciones posibles.

Una cuestión básica, no hay espacio a las soluciones buenistas a las que han estado tan abonados los dirigentes políticos durante mucho tiempo; aquella en las que todos ganan. Cualquiera de las elecciones implica un coste para alguno de los agentes implicados en tan espinoso asunto. Tiene que haber perdedores de forma obligada.

Con independencia de afear la conducta de todos los partidos y gobiernos desde 1998 que han creado o, como mínimo, mantenido el problema, le explico a mi amigo que según mi criterio se pueden seguir dos líneas de actuación con distinta distribución del coste:
  •  Mantener el actual sistema de precios trasladando a los consumidores todos los costes de un modelo bastante clientelar (con reducida equidad) e ineficiente en el uso de los recursos disponibles. Dentro de esta fórmula se puede discriminar a favor de algunos colectivos al considerarlos preferentes por algún motivo (familias con pocos ingresos, empresas de especial interés o con uso intensivo de la electricidad en su proceso productivo, …).          
  • Se pueden cambiar las normas del juego limitando los ingresos garantizados a las empresas, algo que les obligaría a reducir algunos de sus costes y/o beneficios y, por tanto, se debe esperar un muy fuerte rechazo de quienes pierden los privilegios (conviene mirar la composición de sus Consejos de Administración). Habrá que asumir que una decisión de estas características influye en la excelente remuneración percibida por los Consejeros Delegados y Consejos de Administración, pero probablemente también en la del resto de empleados e incluso puede desequilibrar de forma peligrosa el balance de alguna entidad (se dice que las entidades bancarias tienen concedidos préstamos por valor de 22.000 millones a empresas con inversiones en energías renovables). Como un efecto colateral, la más que posible judicialización del conflicto a través de interposición de demandas por los afectados con un resultado imprevisible en cuanto a coste para el sector público (ciudadanos-contribuyentes) y la sensación de inseguridad jurídica de los inversores que vinieron atraídos por jugosas rentabilidades. 
Mi amigo sigue rumiando la conversación y al final me dice que efectivamente este tema es un embrollo, pero que ya es hora de tomar decisiones drásticas para ver si por lo menos aprovechamos esta crisis para arreglar las cosas.



Nota 1. La posición del precio de la electricidad con impuestos incluidos en España ocupa el puesto décimo primero dentro de los países de la Unión Europea cuando se utiliza el criterio de paridad de compra (PPS) en 2012. Es muy posible que las subidas del recibo en 2013 y 2014 hagan subir puestos a España en el escalafón.  

Nota 2. La última reforma aprobada en 2012 cambia el cálculo de las primas a energía renovables estableciendo una tasa anual de remuneración.


Algunas entradas relacionadas con el tema que considero interesantes:


Javier Sevillano, Sistema eléctrico español: déficit de tarifa y primas

Jorge Morales. Diez claves para entender el sistema eléctrico español

Paulina Beato. La liberalización del sector eléctrico en España ¿un proceso incompleto o frustrado?

Me explicas como funcional el sistema eléctrico español (I)


Jesús Mota. Disparate para corregir el atropello

Observatorio crítico de la energía





2 comentarios:

  1. Mil gracias por las explicaciones. Por fin me he enterado.

    Tal como está la cosa, habría que fomentar el consumo de electricidad para repartir mejor la amortización de las inversiones. Cuanto menos consumamos más nos costará el kWh a todos y más tendremos que pagar por déficit público:

    El precio tendría que bajar para incrementar el consumo y abrir el círculo vicioso. Las inversiones ya están hechas.

    Una pregunta. ¿El precio de la industria se calcula de forma similar? ¿Le afecta también el déficit de tarifa en sus precios? La industria tiene que conseguir precios bajos para mejorar la productividad, exportar, contribuir al crecimiento y diluir esta sobrecapacidad.

    Ahora entiendo el ahínco con el que se defendía el coche eléctrico por el ministro Sebastián. Tenemos 60.000 MWh listos para el consumo. El objetivo no era reducir la factura de petróleo, o no sólo, sino sacar el tapón a las inversiones disparatadas en electricidad.

    Una factura progresiva puede ayudar. Cuanto más consumes más barato te sale el kWh global. No tiene sentido energético, ni económico, pero de alguna form

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  2. Gracias Javier por tu comentario. El precio de los consumidores industriales es inferior pero con las noticias que tengo también están comenzando a tener problemas de coste. No obstante, tengo que estudiar su situación específica porque la mejora de la compettitividad o, como mínimo no perderla, es imprescindible para la economía española si queremos crear empleo..

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