"No todo desaparece con el paso del tiempo" piensa el personaje principal de la historia que debería haber contestado a una de sus amigas de la adolescencia en un reciente conversación. Completa su razonamiento con otro pensamiento "en aquella época creíamos ciegamente en algo, éramos capaces de creer ciegamente en algo. Esa sensación no puede haberse desvanecido del todo". Con esa positiva reflexión, interpreto que el autor de la novela abre al protagonista una ventana para afrontar de forma favorable el reto más cercano que, no es otro sino apostar con decisión para conseguir conquistar a la mujer que quiere.
Tsukuru Tazaki, el protagonista de Los años de peregrinación del chico sin color, el último libro de Haruki Murakami, afirma en algún momento "Encontrar un tema de interés específico en la vida ya me parece suficiente logro». Un logro que muchas personas en el mundo no son capaces de encontrar con el correspondiente sufrimiento asociado que puede finalizar incluso en la muerte física o, la más habitual, de su espíritu.
Los libros de Murakami cuentan muchas veces historias tristes pero su lectura siempre me genera serenidad. El tiempo en sus novelas pasa de forma pausada dejando siempre un rastro, nunca violento porque está lleno de sensibilidad. Sus historias, por otra parte, suelen venir acompañadas de alguna referencia a una pieza de música clásica o jazz, habitualmente bellísima. En este caso se trata de una corta pieza de List titulada Le mal du pays de su obra Annés de perelinage, que en el libro interpreta uno de los personajes en un ejercicio de armonía con su carácter.
La última novela de Murakami trata con sensibilidad infinita como se desarrolla de forma muy distinta la vida de cinco jóvenes que compartieron la adolescencia; pero además, tiene final, por lo menos tal y como concibo ese término. La única pena es haber acabado su lectura.
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